Clasificada como Monumento Histórico en 1992.
Destacada por su campanario con un inusual techo octogonal, la iglesia dedicada a San Vicente de Huesca, construida en la segunda parte del siglo XVI, simboliza el primer paso hacia la independencia (1603) de la ciudad. Ampliada hasta alcanzar sus dimensiones actuales a finales del siglo XVII, la iglesia ofrece un bello ejemplo de arquitectura religiosa labortina con su nave única formada por tres plantas de galerías que conducen a un coro elevado. Este último destacado por un retablo barroco dedicado a Nuestra Señora de la Paz, que adornaba hasta la Revolución la capilla del convento de los Récollets. Mientras que la plaza principal, hoy pavimentada con antiguas lápidas, albergaba el antiguo cementerio, en el lado norte, un segundo cementerio estaba reservado a los bohemios y los kaskarots. Adosada a la iglesia se encuentra la vivienda de la benoîte, conocida como la benoterie, que recuerda la importancia del papel de las mujeres laicas que tenían a su cargo el mantenimiento del templo y el acompañamiento de las prácticas culturales.