Protegida de forma natural por las puntas de Sainte-Barbe y Socoa, la bahía constituye un refugio natural de dos kilómetros. Este puerto natural, amenazado por los embates del océano y reforzado en el siglo XIX con la construcción de los diques, se apoya en las antiguas mesetas rocosas de Socoa, Artha y Sainte-Barbe. Por lo tanto, la bahía ofrece un espectáculo diario de contrastes; una inmensa extensión de agua tranquila interrumpida por las poderosas olas que se estallan contra los diques. Desde la costa, la silueta emblemática de la Rhune, un referente paisajístico del Labourd, marca el inicio de los primeros contrafuertes de los Pirineos.
